- La primera cosa que cal fer és tenir una història per contar. Sense això no hi ha res a fer.
- S'hi ha d'aprofundir, que no es quedi en una anècdota, una broma, un acudit.
- Estendre la història mentre no perilli el sagrat efecte únic (Poe). Es pot nodrir la història, però no pas inflar-la.
- Controlar amb el començament, entrant de seguida en el tema. El final sap controlar-se sol.
- Que sempre hi hagi espectativa. Alguna cosa està a punt de succeir!
- Si dubtes entre dues paraules, tria la més clara. Si hi ha empat, queda't amb la menys prestigiosa.
- Explotar la veu imaginada del narrador, un conte és la ficció d'una veu.
- El narrador no ho sap pas tot, convé fingir dubtes, a la manera de Cunqueiro: "Va demanar una de les famoses sopes hanseàtiques, una sopa de nous, per exemple, o la cua de bou..."
- El novel·lista pot ser altiu. El contista ha de ser cordial i amistós.
- Ha de ser-ho fins i tot quan escriu pròlegs.
Antonio Pereira, La invasió subtil de les aranyes, trenta cinc contes literaris, ant. Alfred Sargatal, Ed. Laertes.
És curiós observar com hi han lleis que podriem considerar universals en Ribeyro, en Quiroga i en Pereira. També n'hi ha que col·lideixen, que s'anulen. Què diria Fonseca? I què diria Vallejo? I Bolaño? De Bolaño existeixen lleis, però com que Bolaño és un anarco, no són més que una boutade. Suposo que ell s'hi pixaria, en la normativa. Ara mateix ho copio-i-enganxo per a vostès. En el fons, el mestre Bolaño podria resumir tals lleis en una sola; LLEGEIXIN. També copio-i-enganxo les lleis de Monterroso, perquè vull. Per mer afany col·leccionista de coses inútils i per acabar amb aquesta sèrie de consells. He de dir que els millors consells els escriu aquest últim, però el millor contista per mi són Ribeyro i Bolaño. I Fonseca. Ep. Això en literatura escrita en castellà i portuguès. No puc oblidar al mestre Jesús Montcada, o a Pere Calders. Com tampoc puc oblidar a Bukowski o a Capote, i tants altres dels què ara mateix m'oblido deliberadament perquè això seria un post infinit. Però va Bolaño, tira milles, mentre jo m'encenc un cigarret.
Bolaño.
- Nunca abordes los cuentos de uno en uno, honestamente, uno puede estar escribiendo el mismo cuento hasta el día de su muerte.
- Lo mejor es escribir los cuentos de tres en tres, o de cinco en cinco. Si te ves con energía suficiente, escríbelos de nueve en nueve o de quince en quince.
- Cuidado: la tentación de escribirlos de dos en dos es tan peligrosa como dedicarse a escribirlos de uno en uno, pero lleva en su interior el mismo juego sucio y pegajoso de los espejos amantes.
- Hay que leer a Quiroga, hay que leer a Felisberto Hernández y hay que leer a Borges. Hay que leer a Rulfo, a Monterroso, a García Márquez. Un cuentista que tenga un poco de aprecio por su obra no leerá jamás a Cela ni a Umbral. Sí que leerá a Cortázar y a Bioy Casares, pero en modo alguno a Cela y a Umbral.
- Lo repito una vez más por si no ha quedado claro: a Cela y a Umbral, ni en pintura.
- Un cuentista debe ser valiente. Es triste reconocerlo, pero es así.
- Los cuentistas suelen jactarse de haber leído a Petrus Borel. De hecho, es notorio que muchos cuentistas intentan imitar a Petrus Borel. Gran error: ¡Deberían imitar a Petrus Borel en el vestir! ¡Pero la verdad es que de Petrus Borel apenas saben nada! ¡Ni de Gautier, ni de Nerval!
- Bueno: lleguemos a un acuerdo. Lean a Petrus Borel, vístanse como Petrus Borel, pero lean también a Jules Renard y a Marcel Schwob, sobre todo lean a Marcel Schwob y de éste pasen a Alfonso Reyes y de ahí a Borges.
- La verdad es que con Edgar Allan Poe todos tendríamos de sobra.
- Piensen en el punto número nueve. Uno debe pensar en el nueve. De ser posible: de rodillas.
- Libros y autores altamente recomendables: De lo sublime, del Seudo Longino; los sonetos del desdichado y valiente Philip Sidney, cuya biografía escribió Lord Brooke; La antología de Spoon River, de Edgar Lee Masters; Suicidios ejemplares, de Enrique Vila-Matas.
- Lean estos libros y lean también a Chéjov y a Raymond Carver, uno de los dos es el mejor cuentista que ha dado este siglo.
Bolaño, Roberto. Aquest text es pot trobar, entre altres llocs, a Entre paréntesis.
Monterroso.
- Primero. Cuando tengas algo que decir, dilo; cuando no, también. Escribe siempre.
- Segundo. No escribas nunca para tus contemporáneos, ni mucho menos, como hacen tantos, para tus antepasados. Hazlo para la posteridad, en la cual sin duda serás famoso, pues es bien sabido que la posteridad siempre hace justicia.
- Tercero. En ninguna circunstancia olvides el célebre dictum: "En literatura no hay nada escrito".
- Cuarto. Lo que puedas decir con cien palabras dilo con cien palabras; lo que con una, con una. No emplees nunca el término medio; así, jamas escribas nada con cincuenta palabras.
- Quinto. Aunque no lo parezca, escribir es un arte; ser escritor es ser un artista, como el artista del trapecio, o el luchador por antonomasia, que es el que lucha con el lenguaje; para esta lucha ejercítate de día y de noche.
- Sexto. Aprovecha todas las desventajas, como el insomnio, la prisión, o la pobreza; el primero hizo a Baudelaire, la segunda a Pellico y la tercera a todos tus amigos escritores; evita pues, dormir como Homero, la vida tranquila de un Byron, o ganar tanto como Bloy.
- Séptimo. No persigas el éxito. El éxito acabó con Cervantes, tan buen novelista hasta el Quijote. Aunque el éxito es siempre inevitable, procúrate un buen fracaso de vez en cuando para que tus amigos se entristezcan.
- Octavo. Fórmate un público inteligente, que se consigue más entre los ricos y los poderosos. De esta manera no te faltarán ni la comprensión ni el estímulo, que emana de estas dos únicas fuentes.
- Noveno. Cree en ti, pero no tanto; duda de ti, pero no tanto. Cuando sientas duda, cree; cuando creas, duda. En esto estriba la única verdadera sabiduría que puede acompañar a un escritor.
- Décimo. Trata de decir las cosas de manera que el lector sienta siempre que en el fondo es tanto o más inteligente que tú. De vez en cuando procura que efectivamente lo sea; pero para lograr eso tendrás que ser más inteligente que él.
- Undécimo. No olvides los sentimientos de los lectores. Por lo general es lo mejor que tienen; no como tú, que careces de ellos, pues de otro modo no intentarías meterte en este oficio.
- Duodécimo. Otra vez el lector. Entre mejor escribas más lectores tendrás; mientras les des obras cada vez más refinadas, un número cada vez mayor apetecerá tus creaciones; si escribes cosas para el montón nunca serás popular y nadie tratara de tocarte el saco en la calle, ni te señalará con el dedo en el supermercado.
El autor da la opción al escritor, de descartar dos de estos enunciados, y quedarse con los restantes diez.
Monterroso, Augusto.
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